domingo, 11 de julio de 2010

EXTRACTO DE " SUCESOS DEPLORABLES EN LA CAPITAL"

TREMENDOS ENCUENTROS DE LA POLICÍA CON EL PUEBLO.- EL PRESIDENTE EN PELIGRO.- MUERTE, HERIDOS, CONTUSOS, BALAZOS, CAÍDAS, ASALTOS, BLASFEMIAS, DISCRUSOS, SAQUEOS Y OTRAS CALAMIDAES…

Desde las 12 m. del domingo último, grandes masas de obreros santiaguinos acudieron a la robusta sombra del prócer O`Higgins para escuchar algunas fogosas improvisaciones que desde ocho días antes se habían confeccionado con el objeto de condenar la actitud ganadera de los hacendados criollos, quienes se han propuesto excluir de la cocina nacioan el famoso asado con o sin frejoles y el nunca bien saboreado puchero.
Todos los partidarios del asado, o sea los enemigos del impuesto al arreo cuyano, se habían dado cita en ese sitio, hasta redondear la suma de cien mil almas (con sus respectivos cuerpos, se entiende).
A las 12 y media, la vanguardia de los tercios carnívoros entró por la calle de Morandé con dirección al humilde albergue de D. Germán Riesco. (Ya el pueblo se habíase escuchado cinco discursos de Magno Espinoza, otro de D. Rafael Carranza y trece improvisaciones de D. Alejandro Bustamante…)
Obreros de los carros eléctricos llevaban estandartes alegóricos con un buey flaco, símbolo de la actual alimentación y otro bastante gordo que simbolizaba a… los ganaderos nacionales.
De pronto apareció la policía a galope.
De principio se creyó que era algún piño de caballos, alusivo a la futura condimentación de nuestra comida. Pero muy pronto se vio el error.
Era una comisaría entera que se precipitó sobre la columna al grito de

¡ABAJO LAS CARNICERÍAS!

Los que así eran insultados no se dejaron intimidar. Por el contrario, tomaron en alto algunos adoquines con intención de romperle un costillar a la policía y de abolir de golpe el impuesto al ganado, la casa de Moneda, la cabeza del Presidente y otras cosas por el estilo.
Visto lo cual por el teniente Fuenzalida, trató en el acto de impedir la entrada, para lo cual pronunció


UN DISCURSO PATRÍOTICO

En el tal discurso dijo que él no tenía noticia alguna del ganado gordo; que él no era arriero ni el presidente tampoco; que los que quisieran comer carne podrían hacerlo, pero que en el palacio no había matadero alguno.
Finalmente, si querían bueyes, él no creía se hallarían muchos en los Ministerios. En último caso, estaba dispuesto a sacrificar su cabeza…
El pueblo encontró insignificante la tal cabeza ofrecida para los fines alimenticios del caso; por lo cual se dio el grito de


¡A CASA DE ERRÁZURIZ URMENETA!

En esta vivienda no se halló al respetable senador, cuyas influencias se pretendía acaparar para la abolición del impuesto.
El elemento líquido, o sea el vino representado por la viña Errázuriz, mostrábase pues reacio a la carne, cosa que no sucede por ejemplo, en los almuerzos del gran mundo, en que cada bisteque se lleva a la siga una botella por lo menos de aquel generoso néctar.
El senador de las viñas habíase escapado, olvidando su afección por las clases obreras, manifestada tan entrañablemente en su famoso viaje consultivo a las salitreras del norte. (Se recordará el estudio detenido que de la cuestión obrera hizo este señor, bebiendo champagne y vino del Rhin a la salud de las reivindicaciones proletarias…)
Así llevada la manifestación de fracaso en fracaso, y excitados los ánimos por las cargas de caballería y las descargas de fusilería, el pueblo empezó a hacerse justicia…


LA PRIMERA VÍCTIMA

Del furor popular fue un carro eléctrico, cuyos conductores resultaron ser enemigos de la carne por el hecho de no usar bueyes para el servicio.
El carro fue arrojado “con el ocho” es decir con el máximum de velocidad, en dirección a las garitas de la Estación Central. Desbocado, suelto, rabioso, largóse el carro hasta la Avenida Matucana, saltó de la línea de los ferrocarriles, y siguió a lo largo por el camino de los Pajaritos con propósito talvez de ascender la cuesta de Prado y llegar a Valparaíso con la nueva. No se sabe si la consiguió.